Soy un comprador compulsivo de libros. Lo reconozco. A otros les da por ser cleptómanos. Bueno. Lo mío es solo dañino para mí. Y aunque soy un buen lector, compro más de lo que leo.
Todo esto viene a colación porque a veces compro títulos simplemente porque me gusta el título del mismo.
Uno de los más recientes es “Tienes 3 minutos”.
Me gustó el título. Tardé menos de un segundo en decidir que me interesaba. Como estaba en Vips, me puse a ojearlo, y le dediqué posiblemente 5 minutos. Y me lo compré. El libro de lo que trata es del tiempo del que dispones para vender una idea. Yo no creo que tengas nunca tres minutos de entrada. De entrada no tienes nada. Porque nadie ve ni escucha nada. Porque nadie te presta atención aunque tu idea sea brillante. Uno de los motivos de la crisis de las agencias de la publicidad tradicional es precisamente la falta de atención de la audiencia a la que se dirigen. No consiguen captar su atención aunque se supone que son expertos en eso. Bueno. Pues ni ellos ni nadie tienen ganada la atención.
Tú puedes tener una idea brillante, pero necesitas que pase algo para que te den tres segundos, tres minutos, 60 minutos, o tres horas, o puedes contar con el apoyo de un prescriptor en el que determinadas personas confían. Y es ese prescriptor el que te da la posibilidad de disponer de un determinado espacio de tiempo. Si somos, por ejemplo un ponente de las conferencias que da “La red Innova”, sabemos que tenemos unos 20 minutos para exponer nuestras ideas. Mi peluquero, por ejemplo dispone de 15 minutos para contarme su “batallita”, porque estoy pillado, sin mis gafas para poder leer, y además a mí me parece un tipo interesante y entretenido.
Que alguien sea fan de tu página o te siga en twitter, no implica nada, porque también sigue a muchos más. No hay nada como proponer algo a través de uno de estos medios algo a realizar y ver el grado de respuesta. Es difícil pasar de lo virtual a lo real.
Así que, antes de decidir si tienes 3 minutos o tres horas deberás decidir cómo vas a hacer para que tu público objetivo te preste la atención necesaria. Para que habiéndote prestado esa atención, decida que va a concederte una porción más de su atención, y así, hasta vender tu idea.
Y procura que tu propuesta sea buena. Porque de nada vale que alguien te preste atención si luego tu propuesta es una castaña. No conseguirás nada y además habrás conseguido que te pongan la etiqueta de que no mereces ser atendido en el futuro.
¿Lo pongo muy negro? Bueno, tan solo quiero hacer ver que en el este mundo en el que hay tanto ruido, no solo hay que ser bueno llamando la atención, no solo hay que ser bueno comunicando, sino que, por supuesto tienes que tener un producto o un servicio que deje a este probador de tu producto o servicio satisfecho. En este nuevo mundo como siempre lo fue en el antes, solo se hace negocio si los clientes repiten compra y hablan bien de ti.